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¿Perdón? ¿Mande?

–          ¿Me pasas la sal?

–          ¿Mande?

–          Ja, ja, ja.

Ah, claro, el mande causa gracia. Y decir salud después de un estornudo es demasiada educación. No me hables de usted, me dijo un profesor, hace años que un alumno no me llamaba profesor o maestro. ¿Cómo que a la orden? Un día llegué con un grupo de amigos y después de saludarlos, uno me pregunta: ¿por qué saludas a todos de beso? Claro, mi respuesta fue un ¿mande? Y alguien dice: es que en México son muy amables.

Lo primero que viene a mi mente son los constantes regaños de mi madre diciéndome una y otra vez que a las personas mayores se les habla de usted, no hay que ser igualados. ¿Cómo que, qué? Se dice: mande. Si te vas a te retiras de un círculo de personas, se dice con permiso. Cuando tienes visita es un pasa, ésta es tu casa. Después de ti, a tus órdenes, dígame. Expresiones que son sinónimo de una “buena educación” basada en el respeto, en la cordialidad y en la amabilidad.  

Mis expresiones, cada vez menos, están acompañadas de esa “amabilidad y respeto”. ¿Me puedes traer un café, por favor? Perdón, te encargo la cuenta. Disculpa, ¿me das tu hora? Buenas tardes. Con permiso, voy a pasar. Señora, disculpe, una pregunta, ¿la silla está ocupada? Muchas gracias, buen día. Si, mira, te voy a pedir dos tacos de asada, por favor. ¿Tienes fanta? Ah pues dame una, gracias. Si, por favor.    

¿Qué pasa en Europa? Más concretamente en España, ésta amabilidad tiene otra percepción. No soy precisamente amable, soy sumisa y puedo llegar a ser agachada o mansa. No sólo se ríen del mande que es un ordéname, y no porque sea gracioso, sino que les hace gracia, que no es lo mismo. No dicen gracias después de un salud y no se acostumbra a decir salud. Las damas primero es anticuado y no dan beso a cada uno de los amigos, no por groseros, no porque no exista cariño, es un hola general,  y ya. Pedir una servilleta en un café no viene acompañado de un ¿desea algo más? Dejan caer la servilleta en la mesa, incluso sin voltearte a ver. Insolentes, majaderos dijera mi madre.

La raíz del mande y de esa amabilidad nos habla de una historia. Si, han pasado más de 500 años pero sigue formando parte de un gran inconsciente colectivo, en el que me incluyo. Desde que vivo fuera de México, el regreso al país me hace sentir ese calor, esa amabilidad que, según mi madre, estoy perdiendo.

Algo similar sucede con el perdón, usado como un primo del mande y que en ocasiones no es pedir perdón, es una coma en una frase, un punto, es decir, tiene una raíz comunicativa que fuera del entorno mexicano se puede volver incómoda o un tanto cuestionable. ¿Por qué dices tanto perdón? ¿Perdón, por qué? Me han cuestionado. Yo me pregunté ¿lo digo tanto? Pero si es por educación, ¿qué les pasa? ¿Cuál es su problema?

Claro, estos españoles ásperos en el trato. Si vas en el metro y sonríes, te miran raro. Avientan las cosas, no dejan hablar, te interrumpen y tienen unas frases llenas de arrogancia como: “porque lo digo yo” esto es “de toda la vida” y para todo es un “me da igual”, ¿todo les da igual? Claro, estos mexicanos con su mande y su usted.

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